Vehículos eléctricos vs motores de combustión: ¿un mismo equipo o conflicto real? | Noticias automotrices – automotive24.center

¿De verdad los autos eléctricos y de gasolina están en el mismo equipo, solo con herramientas distintas?

Si te quitas los lentes de color de rosa, la realidad se ve mucho menos armónica

twitter facebook whatsapp linkedin

La idea suena bonita: no hay confrontación real, solo unos ingenieros trabajan con baterías y otros con gasolina y diésel, pero todos aman los autos y buscan un mejor futuro. Ojalá fuera tan sencillo.

El mundo se volvió demasiado blanco y negro

Hace no tanto, podíamos discutir de autos con tranquilidad: a algunos les gustaban los turbos, a otros los atmosféricos, algunos preferían diésel… y nadie te tachaba de enemigo por eso. Hoy, basta con dudar del “único camino correcto” para que te coloquen automáticamente del otro lado de la barricada. Aunque no estés en contra de los eléctricos en sí, sino que simplemente creas que debe seguir habiendo opciones para elegir.

La lógica de “el que no está conmigo, está contra mí” funciona a la perfección. Los argumentos ya no importan; lo que cuenta es a qué bando te asignaron.

Por qué el conflicto sí es real

La tesis de que los desarrolladores de eléctricos y los ingenieros de autos tradicionales “van hacia la misma meta” suena conciliadora, pero pasa por alto algo clave: las reglas del juego no son iguales. En la práctica, un lado:

  • recibe subsidios gubernamentales e incentivos fiscales;
  • se presenta como moralmente superior;
  • cuenta con el respaldo de autoridades y medios.

El otro lado enfrenta restricciones, amenazas de prohibición y presión constante. Aquí ya no se trata de tecnología, sino de una asimetría evidente. Cuando a unos los premian sin importar resultados y a otros los castigan solo por cuestionar, no puede haber igualdad real.

Los medios importan tanto como la meta

Se puede hablar todo lo que se quiera de un futuro limpio y la ecología, pero en la vida real el camino hacia la meta es tan importante como la meta misma. Si el progreso se impone por la vía administrativa, con prohibiciones y etiquetas, inevitablemente genera resistencia.

Un ejemplo muy preciso es compararlo con una guerra: ambos bandos pueden desear la paz, pero eso no elimina el conflicto. Mientras un lado sea despojado sistemáticamente de recursos y voz, las pláticas sobre “entusiasmo compartido” suenan ingenuas.

Los autos son solo parte de un problema mayor

La historia de los vehículos eléctricos refleja una tendencia más amplia. Cualquier crítica se toma como sabotaje, cualquier duda como herejía. Y da igual que muchas predicciones de los escépticos se cumplan con el tiempo: la infraestructura no avanza al ritmo prometido, el mercado está distorsionado y los consumidores votan con su cartera de forma distinta a lo que esperaban los políticos.

A mí me parece que el mundo automotriz siempre ha sido fuerte precisamente por su diversidad. Los eléctricos pueden ser una excelente solución para ciertos usos y personas, pero convertirlos en la única verdad aceptable es un camino sin salida.

Entonces, ¿es “nosotros contra ellos” o no?

En teoría, no. En la práctica, sí, mientras las reglas estén intencionalmente inclinadas hacia un lado. No se puede hablar con sinceridad de un mismo equipo cuando a unos los empujan hacia adelante y a otros los sacan del barco. La verdadera reconciliación solo será posible cuando se acepte algo sencillo: no existe una solución universal para todos, y el progreso no debe construirse sobre la supresión de alternativas.

Mientras eso no ocurra, las frases de que “todos solo trabajamos con materiales distintos” sonarán bonitas… pero igual de alejadas de la realidad.